DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas
* Facultade de Filoloxía, Campus da Zapateira, s/n. A Coruña. Email: blanparoga@edu.xunta.gal
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Fecha de recepción: 30/03/2023
Fecha de aceptación: 05/09/2023
DOI: https://doi.org/10.17979/digilec.2023.10.0.9597
e-ISSN: 2386-6691
EL PERFIL DE LA INSTITUTRIZ Y LA EDUCACIÓN FEMENINA
VICTORIANA EN AGNES GREY DE ANNE BRONTË
THE PROFILE OF THE GOVERNESS AND VICTORIAN FEMALE
EDUCATION IN AGNES GREY BY ANNE BRONTË
Blanca Paula RODRÍGUEZ GARABATOS*
Universidade da Coruña
Orcid: https://orcid.org/0000-0002-4667-5084
Resumen
En las novelas victorianas, el personaje de la institutriz (“governess”) es muy interesante
debido a la singularidad de su propia educación y a las particularidades que rodean el
ejercicio de su profesión. En Agnes Grey de Anne Brontë, la autora dibuja un perfil
laboral, social y psicológico de la protagonista que viene determinado por la exclusión
social y la alienación. La governess es una mujer que se aleja de los arquetipos femeninos
aceptables por la sociedad. Nos referimos a una fémina culta y lectora a la que se critica
por sus aficiones, una figura que roza lo maternal, pero cuyo cariño y autoridad se
desdeñan porque no es madre, una soltera joven cuya pulsión sexual y posible atractivo
deben ser reprimidos, un ejemplo de virtudes cristianas imprescindibles para guiar a sus
pupilos, quienes, no obstante, desoyen sus consejos. La historia de Agnes Grey nos
permite trazar un panorama general sobre la personalidad y desempeño de sus colegas de
profesión y nos ofrece una imagen poco halagüeña de un oficio que, en principio, podría
resultar enormemente gratificante.
Palabras clave: educación; institutrices; Anne Brontë; Agnes Grey; literatura inglesa
Abstract
In Victorian novels, the character of the governess is very interesting because of the
uniqueness of her own upbringing and the particularities surrounding the practice of her
profession. In Agnes Grey by Anne Brontë, the author draws an occupational, social and
psychological profile of the protagonist that is determined by social exclusion and
alienation. The governess is a woman who distances herself from the feminine archetypes
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 56
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
of society. We are talking referring to an educated and well-read woman who is criticized
for her hobbies, a figure that borders on the maternal, but whose affection and authority
are disdained because she is not a mother, a young single woman whose sexual drive and
possible attractiveness must be repressed, an example of essential Christian virtues to
guide their pupils that nevertheless, disregard her advice. The story of Agnes Grey allows
us to draw a general picture of the personality and performance of her professional
colleagues and offers us an unflattering image of a trade that, in principle, could be
enormously rewarding.
Key Words: education; governess; Anne Brontë; Agnes Grey; English literature
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 57
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
1. INTRODUCCIÓN: ANNE BRONTË Y AGNES GREY, UNA
AUTOBIOGRAFÍA
Agnes Grey es un trasunto autobiográfico de la novelista Anne Brontë (1820-1849).
Nacida en Thorton, Yorkshire, fue la menor de las hermanas Brontë y escribió bajo el
pseudónimo masculino de Acton Bell. Agnes Grey (1847) es su novela más conocida,
aunque también fue autora de un poemario (1846) junto a sus hermanas mayores, las
famosísimas Emily y Charlotte, al que contribuyó con veintiún poemas. En su breve vida,
tuvo tiempo de redactar una segunda novela, La inquilina de Wildfell Hall (1848). Mur
de tuberculosis al año siguiente de acabarla.
Anne cursó estudios para ser institutriz, única salida honesta en aquella época para
las mujeres que querían ganarse la vida y ser independientes. A los diecinueve años,
empezó a ejercer como educadora para la familia de un reverendo, pero su experiencia
fue muy poco satisfactoria ya que se encontró con unos pupilos ingobernables y
consentidos sobre quienes no le permitían ejercer la disciplina que precisaban. Anne
renunció a su puesto, frustrada en sus ideales pedagógicos. Esta decepcionante
experiencia sirvió de inspiración para su primera novela, Agnes Grey.
Agnes es, como Brontë, hija de un clérigo que gracias a una educación exquisita se
plantea trabajar como institutriz para poder ganarse la vida. En el caso de Agnes, un
negocio fallido de su padre, el desdén de su opulenta familia materna y la frágil salud de
su progenitor, son los condicionantes que determinan su decisión de hacerse con un dinero
propio para dejar de ser una carga familiar y en la medida de lo posible, ayudar a los
suyos.
Miss Grey va a relatar sus experiencias como “gobernanta” o institutriz en casa de
dos familias distintas, los Bloomfield y los Murray. En su primer destino, Wellwood
House, se encarga de la educación de tres niños muy pequeños y problemáticos: el
señorito Tom Bloomfield, de siete años, que se revela como un auténtico psicópata,
aficionado a cazar pájaros para descuartizarloso asarlos vivos(Brontë, 2020, p. 33)
y sus hermanas; la señorita Mary Ann, una criatura rebelde y “obstinada” (Brontë, 2020,
p. 49) y la pequeña Fanny, dañina, intratable, rendida a la falsedad y el embuste(Brontë,
2020, p. 51). Tras un fracaso estrepitoso y un despido injusto, Agnes pasa a trabajar para
los Murray, una familia de mejor posición social que la anterior, en cuya residencia de
Horton Lodge, se ocupará de la formación de Rosalie (dieciséis años), Matilda (trece),
John (once) y Charles Murray (diez). Tampoco este desempeño, aunque algo más
provechoso que el anterior, será todo lo idílico que la institutriz esperaba.
2. ANNE BRONTË, AGNES GREY Y LA EDUCACIÓN VICTORIANA
Desde su infancia, Anne Brontë estuvo en contacto con el mundo de la literatura
gracias a su padre, el reverendo Patrick Brontë. Mr. Brontë trató de transmitir a sus seis
hijos su pasión por la lectura. Mary, Elizabeth, Charlotte, Patrick, Emily y Anne tenían a
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 58
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
su disposición una vasta biblioteca, tal y como nos cuenta Elizabeth Gaskell en Vida de
Charlotte Brontë (1857):
María1 leía los periódicos y transmitía la información a sus hermanas más pequeñas que,
por asombroso que parezca se interesaban por ella. Pero supongo que no tenían libros
infantiles y que sus mentes ávidas pacían tranquilamente en los saludables pastos de la
literatura inglesa (Gaskell, 2016, p. 101).
Además, según nos cuenta Gaskell (2016, p. 128), Mr. Brontë fomentó en ellos el
hábito de leer periódicos de diversas tendencias políticas ya que compraba el Leeds
Intelligencer (tory2) y el Leeds Mercury (whig) y le prestaban el John Bull (tory radical)
y la revista Blackwood's Magazine.
Todas estas lecturas forjaron el bagaje cultural de los hermanos Brontë y les
permitieron, ya a temprana edad, tener opiniones formadas sobre asuntos de enjundia.
Gaskell (2016, p. 102) recoge una interesante anécdota a este respecto: cuando Patrick
Brontë pregunta a su hija Anne qué es lo que más necesita un niño, ella responde: "edad
y experiencia". Estas ansias tempranas de madurez de la autora se verán refrendadas
posteriormente en las páginas de Agnes Grey cuya protagonista, ante la negativa paterna
para ejercer como institutriz, piensa en lo delicioso que sería [...] salir al mundo, empezar
una nueva vida, tomar mis propias decisiones, desarrollar las cualidades que tenía sin
usar, probar las capacidades que tengo y no conozco” (Brontë, 2020, p. 19).
En la educación femenina de la época victoriana, la adquisición de habilidades
culturales y artísticas (música, dibujo, canto y labor) superaba con creces a la instrucción
en materia de gramática, ortografía, cálculo aritmético, latín o geografía e historia. Las
mujeres recibían una formación "de adorno" que en absoluto podía equipararse con la que
recibían los varones. Dado que su futuro pasaba por ocuparse del hogar y de las tareas
propias de su sexo, se entendía que no necesitaban muchos más conocimientos.
Significativamente, todos los saberes que la educación femenina proporcionaba eran
útiles para cualquier asunto relacionado con los deberes domésticos. Los idiomas
resultaban eficaces para poder hablar con las visitas, las matemáticas permitían llevar
adelante las labores de intendencia y los conocimientos científicos podían ser aplicados a
la higiene del hogar, a la salud de la familia o a la salubridad en la cocina (Fernández,
2015, p. 310).
Tanto en las familias de clase media como en las más pudientes, la educación que
se consideraba más adecuada para las muchachas es que la que se ofrecía en la residencia
familiar, normalmente a cargo del padre o de la madre (Pérez, 2018, p. 257). La propia
1 Mary y Elizabeth murieron a raíz de una tisis contraída en el colegio de Cowan Bridge en donde también
estudiaron Charlotte y Emily (Gaskell, 2016, p. 119). Mary, quien destacaba por su portentosa inteligencia
fue el modelo para el personaje de Helen Burns en Jane Eyre (Gaskell, 2016, p. 114). En Agnes Grey, Anne
Brontë también le rinde un homenaje a través de Mary Grey, hermana mayor de la protagonista.
2 Tory es el nombre con el que se denomina a quien pertenece o apoya al partido de los conservadores y
landlords en Gran Bretaña (Wilks, 2019, p. 183). En un principio, el témino tenía connotaciones
despectivas, ya que procede de la palabra irlandesa hairide o raighe, que significaba bandolero. Sus
oponentes políticos eran los miembros del partido whig quienes representaban a los disidentes religiosos y
a los comerciantes y cuya ideología buscaba reformas electorales, parlamentarias y filantrópicas (Wilks,
2019, p. 320).
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 59
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Agnes, hija de clérigo y de la heredera de un rico hacendado, es criada de acuerdo con
este modelo:
Mary y yo fuimos educadas en una reclusión estricta. Mi madre que era una mujer con
mucho talento, culta y trabajadora, tomó a su cargo nuestra educación con la única
excepción del latín (que nos lo enseñó mi padre) así que, ni siquiera fuimos a la escuela
(Brontë, 2020, p. 9).
En el caso de los grupos sociales con más ingresos lo ideal era disponer de una
institutriz que moldease el desarrollo físico y moral de las jóvenes, mientras que lo más
apropiado para sus hermanos era abandonar el domicilio familiar en cuanto pudiesen
asistir a algún internado (Pérez, 2018, p. 256). Tal y como nos cuenta Agnes cuando
empieza a ejercer como governess, éste es el caso de los niños Murray. Mientras que la
"marimacho" Matilde3 (Brontë, 2020, p. 101) y "la irritable y caprichosa" Rosalie
(Brontë, 2020: 100) van a recibir una educación basada en "la adquisición de talentos
ornamentales" (Brontë, 2020, p. 102) que, de acuerdo con los deseos maternos, les
faciliten alcanzar el éxito social y un matrimonio ventajoso; sus hermanos Charles y John,
asistirán en el futuro a la escuela ya que, según su padre dice: "la educación en el hogar
no era una opción" (Brontë, 2020, p. 106). Agnes lo corrobora cuando habla de la primera
impresión que le causa su pupilo, John Murray:
El señorito Murray [...] iba a ser enviado a un colegio, lo que para mí era un gran alivio, en
el transcurso de un año, con un nivel de ignorancia en verdad escandaloso, en cuanto al
latín, así como de las cosas más útiles también olvidadas (Brontë, 2020, p. 104).
En la época victoriana, la mujer no tenía lugar en el mundo literario ni intelectual,
no obstante, paradójicamente, es en este período cuando por primera vez las escritoras
cobran un papel central en la literatura inglesa, como podemos ver en el caso de Anne
Brontë y sus famosísimas hermanas. Para estas pioneras de la literatura femenina, la
escritura y la lectura de novelas es un medio para adquirir experiencia en las convenciones
tanto de tipo social como romántico y de esta manera poseer una perspectiva crítica dentro
de un mundo dominado por la opinión masculina (Walker, 2014, p. 9). Virginia Woolf
(2012, p. 90) en Una habitación propia (1929), subrayaba esta importancia de la
observación de la realidad y el análisis de las emociones que las rodeaban como principal
escuela para las primeras novelistas en lengua inglesa.
No obstante, para la sociedad decimonónica inglesa, sí resultaba importante
fomentar la lectura y la escritura como vehículos de entretenimiento femeninos. De
hecho, en la configuración de los espacios domésticos de las viviendas de la clase media
y, sobre todo, de la clase alta, adquirió una especial importancia la biblioteca, como
estancia independiente destinada tanto a conservar los libros, como a servir de lugar
3 En la época que se describe, las jóvenes deben poseer una gran capacidad de autocontrol. A las niñas se
les permite ciertas actitudes “tomboy” (chica con características y ademanes masculinos), pero solo hasta
la pubertad, momento en el que la feminidad debe caracterizar a la adolescente que debe abandonar para
siempre otras actitudes, consideradas inapropiadas para esta nueva edad (Fernández, 2015, p. 349). Esta
labor transformadora es también función de la institutriz en Agnes Grey (Brontë, 2020, p. 103).
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 60
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
idóneo para su lectura (Correa, 2006, p. 31). Las bibliotecas eran entendidas no sólo
"como retiro intelectual o profesional, privado, de lectura silenciosa e individual, sino que
desempeñaron también un papel de sociabilidad cultural: un espacio para ser exhibido y
valorado como capital simbólico" (Martínez, 2001, p. 465). Muy significativo, a este
respecto, es el comentario que Rosalie Murray hace a Agnes cuando acude a visitarla a su
casa de Ashby Park: “Y en cuanto pueda, le mostraré la biblioteca. Yo no he examinado
sus estanterías pero me atrevería a decir que está llena de libros sabios y puede ir a hurgar
entre ellos cuando quiera” (Brontë, 2020, p. 271).
Se debe observar en relación con el acceso al libro por parte de la mujer en el siglo
XIX, un cambio de actitud muy interesante ya que se desarrolló masivamente la lectura
individual que se concebía, además, como una experiencia íntima, vinculada a la esfera
privada de la existencia (Correa, 2006, p. 32). En Agnes Grey esta idea se puede observar
en el interés lector de la viuda Nancy Brown, quien aquejada de una inflamación de los
ojos, lamenta no poder releer las Escrituras: “Si le complace a Dios salvarme la vista de
manera que pueda volver a leer mi biblia, pienso que estaré más contenta que una reina
(Brontë, 2020, p. 138).
La señora Brown no tiene acceso a muchos libros, pero el que posee es para ella
un tesoro de sabiduría que lee de manera incesante, una afición que genera las críticas de
su párroco, el señor Hatfield quien le reprocha: “Lo que tienes que hacer es venir a la
iglesia en donde oirás las escrituras bien explicadas en lugar de quedarte estudiando la
Biblia en casa” (Brontë, 2020: 141).
Esta lectura intensiva es bien distinta de las lecturas de Agnes quien, por su
condición de institutriz, tiene acceso a más libros que la pobre Nancy y cuya afición
lectora es objeto de reproches por el señor Weston, quien, tras seis semanas sin poder
verla, le señala: “Me dijeron, que era usted un perfecto ratón de biblioteca, señorita Grey,
tan absorbida en sus estudios que estaba perdida para cualquier otro placer” (Brontë,
2020, p. 241). Lo mismo ocurre con Rosalie Murray, que disfruta leyendo la última
"nueva novela de moda" (Brontë, 2020, p. 177) mientras pasea y procura hacerse la
encontradiza con una de sus conquistas, el párroco Hatfield.
En los dos primeros casos, resulta llamativa la censura masculina hacia la afición
femenina por la lectura (Walker, 2014, p. 9), cuando dicho interés aleja a las mujeres del
control masculino4. El reproche del clérigo tiene mucho que ver con la supervisión que
se ejercía sobre las lecturas femeninas que debían ser sobre todo morales, pedagógicas o
sentimentales mientras que, el género novelístico se consideraba peligroso debido a que
inflamaba la imaginación femenina (Duby y Perrot, 1993, p. 174). Estas críticas no
recaen, sin embargo, en la coqueta Rosalie a quien su madre quiere fiscalizar, no en cuanto
al contenido de los libros que lee5, sino en lo relativo a los lugares en donde lo hace: “¿Por
4 Conviene recordar igualmente que esta actitud proteccionista derivaba de la consideración de la mujer
como un ser débil e influenciable, a quien convenía proteger ya que, según afirmaban teóricos como
Nicholas Cooke: "la sustancia del cerebro masculino tiene más consistencia, más densidad, en la mujer es
más suave y menos voluminosa" (cit. en Correa, 2006, p. 34).
5 Como bien señalaba Emilia Pardo Bazán (1976, p. 90) acerca de este tema, a la mujer "[e]n literatura se
le ocultan, prohíben o expurgan los clásicos, y se la sentencia al libro azul, el libro rosa y el libro crema; y
de todas estas falsedades, mezquindades y miserias sale la mujer menguada y sin gusto, con el ideal estético
no mayor que una avellana".
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 61
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
qué no puede hacerlo (leer) en el parque o en el jardín?, ¿por qué tiene que irse al campo
y a los senderos?” (Brontë, 2020, p. 179).
3. AGNES GREY: RETRATO DE UNA INSTITUTRIZ
En un contexto tan restrictivo como la Inglaterra victoriana, abrirse camino en un
mundo básicamente masculino siendo mujer era realmente complejo aunque, como señala
Rosa Regás (2008, p. 7): "hubo algunas que, sobre todo por la educación que recibieron,
fueron capaces de entender cuál era su vocación oculta y dedicar a su consecución, su
voluntad y su fantasía". Mujeres como Anne Brontë entendieron la cultura no sólo como
conocimiento sino como un elemento que "permite ahondar en las propias capacidades
mentales y emocionales" (Regás, 2008, p. 9). La propia Agnes corrobora esta idea cuando,
ante las escasas aspiraciones culturales de sus pupilas, manifiesta su temor de que verse
ella misma degradada: "ya me parecía sentir mi intelecto deteriorándose y mi corazón
convirtiéndose en piedra" (Brontë, 2020, p. 153).
La mujer no sólo tuvo que luchar para recibir la misma educación que un hombre
sino también para que su trabajo fuera igualmente valorado. De hecho, en la novela,
cuando Agnes decide poner un anuncio para conseguir un segundo empleo e incrementa
sus aspiraciones salariales de veinticinco a cincuenta libras, tiene en cuenta
exclusivamente, la calidad de sus cualidades como enseñante: "música, canto, dibujo,
francés, latín y alemán, no está nada mal. Muchos querrían todo eso en un solo instructor"
(Brontë, 2020, p. 84)
La mayoría de los primeros retratos literarios de institutrices que datan del siglo
XVIII6, presentan a profesoras muy apreciadas por su desempeño (Barker-Benfield, 1992,
p. 369). El objetivo de estas primeras narraciones era, sobre todo, ejemplarizante ya que
exaltaban las cualidades excepcionales que eran exigibles a aquellas mujeres que
quisieran dedicarse a la docencia. Sin embargo, a partir de 1830, la figura de la institutriz
empieza a ser retratada como una víctima, a merced de unos patronos "insolentes y
quisquillosos" (Brontë, 2020, p. 84) o directamente hostiles y críticos con su labor ya que
"a nadie le gusta que les cuenten los defectos de sus hijos" (Brontë, 2020, p. 35).
Los cambios económicos y sociales ocurridos a mediados de 1800 afectaron a la
posición de las institutrices y las novelas que se ocupaban de las governess empezaron a
abordar nuevas temáticas como la pobreza sobrevenida, la soledad, y los conflictos con
sus empleadores. Las condiciones de trabajo, la marginación y la posición social de las
protagonistas se podía plasmar fácilmente enfrentándolas con patronos arrogantes de
clase alta que entendían poco o nada su situación (Catelli, 2008, p. 7). Un aspecto muy
significativo en este género que perdura a lo largo de todo el siglo XIX es que la institutriz
era un personaje tan anodino como misterioso, una mujer de la que, por motivos que nada
tenían que ver con su personalidad o carácter, se conocía poco o nada.
Dentro de la jerarquía del personal doméstico y por encima de las criadas, se
encontraban estas gobernantas, “manzelles” o “miss”, muchachas reclutadas, como
6 Los ejemplos más tempranos son Anécdotas de Mary; o, La buena institutriz (1795) de H.S. y La buena
institutriz francesa (1801) de Maria Edgeworth.
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 62
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Agnes, en familias burguesas modestas. Esta categoría de mujeres solas, inmortalizada
por las hermanas Brontë en Jane Eyre y Agnes Grey, atrajo la atención de los observadores
de la época. Se trata de un fenómeno especialmente importante en Inglaterra en donde el
modelo victoriano, al no ofrecer otra alternativa que los polos de madre o prostituta,
cargaba a las mujeres solteras, de una imagen de pureza, bondad, virginidad y sacrificio
que Anne Brontë supo reflejar particularmente bien en su novela (Duby y Perrot, 1993,
p. 443).
La institutriz, dada su formación intelectual y sus exigencias retributivas, era un
símbolo de buena posición social para las familias que la empleaban. Ya hemos señalado
que sólo las familias más pudientes podían permitirse disponer de una educadora en
exclusiva para sus hijos e hijas. A pesar de este rol tan importante, la soledad de las
institutrices en las casas en las que trabajaban resultaba insoportable debido a que su papel
específico como enseñantes, hacía que no perteneciesen ni a la familia, ni al servicio.
Anne Brönte ilustra muy bien este problema en su novela. Al llegar a Horton Lodge,
Agnes, que no puede asearse porque todavía no dispone de sus enseres, solicita ayuda a
"una mujer bien vestida" que resulta ser la doncella personal de la señora Murray quien
según nos cuenta:
Con aires de alguien que accede a prestar un favor inusual, se comprometió a ordenar el
envío de mis cosas [...] Al poco, una doncella de aspecto rudo y un hombre, que no
demostraron una actitud muy respetuosa hacia mí, trajeron mi equipaje (Brontë, 2020, pp.
92- 93).
La protagonista vive dolorosamente la contradicción entre los valores que se
atribuyen a su educación de gentlewoman y las funciones que se ve obligada a ejercer.
Símbolo del nuevo poder de las clases medias, la “miss” se ve arrastrada, en virtud de su
trabajo remunerado, a lo más bajo de la escala social. Es una burguesa en estado de
necesidad cuyo trabajo se convierte en una prostitución de su educación. En el triángulo
conflictivo entre padres e hijos, la gobernanta tampoco encontrará el apoyo del resto de
las domésticas (Duby y Perrot, 1993, p. 445). Unos capítulos más tarde, Agnes abunda
sobre este tema y dice:
Los sirvientes, viendo la poca consideración que profesaban a la institutriz, tanto padres
como hijos, rebajaban su comportamiento hasta el mismo estándar [...] despreciaban mis
solicitudes y menospreciaban mis instrucciones. [...] el servicio doméstico, en general es
ignorante y está poco acostumbrado a la razón y a la reflexión y se deja corromper
fácilmente por el mal ejemplo de quienes están por encima de ellos (Brontë, 2020, p. 109).
Si los criados se muestran desdeñosos con ella, tampoco los señores de la casa son
mucho más amables. De hecho, así nos describe los modales ásperos de su empleador:
el señor Murray era, según todas las opiniones un propietario campechano y fanfarrón, un
devoto cazador de zorros, un hábil jinete y [...] un generoso bon vivant. Digo, según todas
las opiniones porque excepto los domingos, cuando iba a la iglesia, yo lo va de mes en
mes [...] En esas ocasiones, si pasaba lo suficientemente cerca de mí como para hablar,
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 63
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
hacía un gesto de asentimiento sin ceremonias, acompañado de un "Buenas, señorita" o
cualquier otro saludo de este tipo, generalmente breve (Brontë, 2020, p. 95).
Agnes es parte del mobiliario de la casa, una presencia invisible7 que vive con la
familia, pero que no forma parte de ella. Un ejemplo de esta idea la encontramos en su
testimonio a propósito de su aislamiento, durante los paseos de regreso de la iglesia los
domingos:
Como ninguno de los antes mencionados, damas y caballeros, notaba siquiera mi presencia,
era desagradable pasear a su lado [...] Ellos hablaban por encima de mí o a través de mí, y
si mientras lo hacían sus ojos se detenían en mí, parecía que miraran al vacío como si no
me vieran o estuvieran deseosos de hacer que lo pareciera (Brontë, 2020, p. 166).
Miss Grey vive en un ambiente de exclusión. En la novela podemos observar
muchos otros ejemplos de la imagen de la protagonista marginada y excluida,
independientemente de sus cualidades intelectuales y personales, en el seno de una
sociedad tan clasista como la victoriana:
El señor Hartfield nunca me dirigió la palabra, como tampoco lo hicieron sir Hugh o lady
Meltham, ni el señor Harry ni la señorita Meltham ni ningún otro caballero o dama de los
que frecuentaban aquella iglesia ni, en verdad, nadie que fuera asiduo en Horton Lodge
(Brontë, 2020, p. 129).
Así vemos cómo en situaciones cotidianas y casi a diario, la institutriz se siente
fuera de lugar. Esa es la razón por la que Anne añora constantemente su hogar. Es muy
significativa, a este respecto una conversación que mantiene con su amigo, el clérigo
Weston, en la que tras afirmar que sus flores favoritas son las silvestres, desdeña las
violetas porque como ella misma dice: "no hay nada en particular que me haga sentirme
unida a ellas ya que no hay dulces violetas en las colinas y valles de los alrededores de
mi casa" (Brontë, 2020, p. 170).
Las institutrices se ven marginadas aunque su condición social inferior venga dada
por motivos circunstanciales, como en el caso de Agnes. El infortunio económico familiar
a causa de un naufragio ha provocado que la protagonista descienda en la escala social de
manera que, al convertirse en institutriz, esté más próxima a la clase media-baja que a la
élite religiosa y cultural de la que proviene. Si bien su trabajo de crianza y educación de
los hombres y mujeres del mañana la coloca en una posición de gran relevancia, la
marginalidad a la que se ve subyugada por los condicionantes sociales dificultan, cuando
no impiden su trabajo.
Agnes es una educadora que, no obstante, carece de la autoridad necesaria para
imponerse a sus discípulos. Su trato con ellos se plantea como una guerra constante.
7 De hecho, esta es la clave de lectura propuesta en dos artículos muy interesantes “Portrait of a Governess,
Disconnected, Poor, and Plain: Staging the Spectral Self in Charlotte Brontë's Jane Eyre” de Laurence
Talairach y "From Portrait to Person: A Note on the Surrealistic in Jane Eyre" de Lawrence E. Moser.
Ambos artículos retratan a Jane Eyre como un ser invisible y fantasmal que logra materializarse y labrar su
identidad y su lugar en la sociedad (Rubio, 2018, p. 10).
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 64
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Cuando comienza a trabajar en Wellwood House, durante un recreo en el que sale a pasear
con los niños Bloomfield, relata:
Durante ese rato nos llevamos tolerablemente bien salvo por una cuestión: me di cuenta de
que ellos no eran conscientes de que venían conmigo, sino que más bien era yo quien debía
ir con ellos a donde fuera que quisieran llevarme. Yo debía correr, caminar, o permanecer
parada según convenía mejor a sus juegos (Brontë, 2020, p. 38).
El capricho de las criaturas impide a Grey realizar su trabajo y lo que es peor, la
rebeldía infantil encuentra refuerzo en los progenitores quienes critican constantemente a
Agnes. Así, por ejemplo, el señor Bloomfield la acusa de negligencia:
Pensaba que cuando tuviéramos institutriz serían mejores pero en lugar de eso se están
volviendo peores cada vez: no sé qué está pasando con sus lecciones pero con sus bitos,
desde luego no dan ningún síntoma de mejoría (Brontë, 2020, p. 52).
Por su parte, su esposa la reprende por mostrarse demasiado despótica con su hija
tal y como se ve en este diálogo entre ambas: “- ¿Qué son esos chillidos horribles? - la
señorita Mary Ann se está comportando mal señora, tiene una rabieta. - Nunca jamás
había oído un ruido tan horrible. Debe de estar usted matándola(Brontë, 2020, p. 49).
Agnes se perfila como una víctima de su propio trabajo que, por su posición intermedia
en el seno de la familia, como mediadora entre padres e hijos, no satisface las expectativas
de ningún bando.
4. AGNES GREY: LA REPRESIÓN DE LOS DESEOS
Simón Hernández (2017, pp. 132-133) ha señalado cómo en el ideario colectivo y
cultural de la sociedad victoriana, la mujer soltera era una figura omnipresente, ya que
los acontecimientos bélicos de la época (las guerras napoleónicas) y otros factores
determinantes (como la mortalidad infantil o la emigración masculina) habían provocado
que la población femenina aumentase durante todo el siglo XIX. Hill en su obra Women
Alone: Spinsters in England, 1660-1850 (2001), refleja la naturaleza de las relaciones
entre estas mujeres solteras, su forma de vida, sus trabajos (como el de institutriz) y sus
vías de escape. Especial interés tiene el término spinster, palabra que actualmente tiene
connotación negativa, y se traduce por "solterona". La idealización del matrimonio había
alcanzado, en estos momentos, tal magnitud, que el término spinster acabó teniendo un
significado negativo.
Por su parte, Rubio (2018, p. 15) abunda en la soltería como arquetipo negativo que
funciona como un estigma con el que se caracteriza a las institutrices. Éstas son mujeres
que se alejan del ideal victoriano de señora casada y respetable y que se aproximan
peligrosamente a la soledad turbia que rodea a la figura de la prostituta:
Both categories of women were defined in terms of their distance from the ideal role of
wife and mother: prostitutes and spinsters alike were believed to the barren and repulsive
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 65
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
to decent men. The figure of the governess threatened to combine the most disturbing
aspects of these two archetypes… (Hughes, 2001, pp. 119-120).
En el caso de Agnes Grey, la institutriz es la infeliz solterona que debe lamentarse
por no haber nacido con la suerte de mujeres tan superficiales como su pupila, la señorita
Rosalie Murray, cuyo destino es un matrimonio decente y ventajoso. Rosalie es una
muchacha muy hermosa y muy coqueta que, sin embargo, a pesar de sus propias
veleidades amorosas, considera impropio cualquier acercamiento amistoso entre su
maestra y un hombre, aunque éste sea un clérigo respetable. Cuando el señor Weston
empieza a mostrar inclinación por Agnes, Rosalie ridiculiza y exagera la incipiente
relación:
¡Oh señorita Grey!, por fin ha venido, ¿eh?. Me pregunto por qué se ha rezagado tanto,
aunque ahora entiendo por qué defiende usted con tanto esmero al señor Weston cuando
me meto con él... ¡Ajá!, ¡ahora lo veo todo! [...] ya ves, Matilda, acabamos de averiguar
por qué (miss Grey) va tanto a casa de Nancy Brown: va allí a coquetear con el señor
Weston (Brontë, 2020, p. 173).
Con este comentario, la maliciosa muchacha pone en duda incluso las acciones
caritativas de Agnes, que únicamente acude a casa de la casi ciega señora Brown para
ayudarla con la costura8 y leerle la Biblia. De acuerdo con las palabras de Rosalie, toda
posibilidad de enamorarse o de casarse sexualiza a Agnes de un modo inadecuado y la
hace sospechosa de querer aprovecharse de su juventud y posición prevalente en Horton
Lodge para salir de la situación social en la que se encuentra.
Este talante restrictivo de la sociedad victoriana respecto a las institutrices ha
llevado a entender su figura asexuada como una especie de tercer sexo. Trev Broughton
denomina “the sex-less image of a governess” esta fórmula de exclusión que obliga a
estas mujeres a contener sus pasiones y sus deseos más profundos para no ser juzgadas
severamente (Rubio, 2018: 17):
As readers may have noticed, the mid-century debate about the “Governess Question” is
largely silent about her potential as a marriage partner, as a possible mother, as a sexual
subject, or indeed as a subject of desire of any kind (…) Yet throughout the century there
seems something overemphatic about the public image of the governess as “spinster”, as
“redundant” or “surplus”: as if she were a sort of third sex beyond the pale of conventional
expectations (Broughton, 1997, pp. 176-177).
Curiosamente, en el caso de Agnes, esta idea acentúa el interés por el personaje, ya
que aquello que debe ocultarse normalmente se desea con más fuerza y ello provoca que
la expresión de los propios afanes resulte particularmente atractiva para el lector. La
pulsión amorosa de miss Grey hacia el señor Weston aflora conscientemente y ella misma
lo reconoce, cuando señala que, sin confesárselo a nadie, ni siquiera a su propia madre:
8 Curiosamente, El antiguo significado de la palabra spinster era el de hilandera, y en su evolución
semántica a lo largo del tiempo se aprecia la progresiva asociación de esta labor con la situación de la mujer
sola (Simón, 2017, p. 133)
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 66
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
pensaba en él, apreciaba su imagen en mi mente y atesoraba cada palabra, cada mirada y
cada gesto que mi memoria retenía y pensaba en sus excelencias y peculiaridades y todo lo
que de él había visto, escuchado o imaginado (Brontë, 2020, p. 262).
Es más, Agnes se recrea en la idea del sacrificio: "no volvería a verlo más, si me
fuera negado contribuir a su felicidad, prohibido para siempre probar las alegrías del
amor, bendecir y ser bendecida" (Brontë, 2020, p. 263). La protagonista sostiene a solas
estas preocupaciones muy diferentes a las de cualquier otra joven en edad casadera de la
sociedad victoriana. Sin embargo, sus necesidades nos permiten apreciar que la
realización de sus deseos es un elemento fundamental para construir su identidad. Tras
la fachada forzosa de la institutriz solterona, asexual y anodina, de la que hablaba
Broughton, emerge una personalidad anhelante y esperanzada cuyas expresiones
amorosas escandalizarían a cualquiera que se asomara a su cuaderno de poemas:
a menudo buscamos alivio en la poesía, ya sea en las efusiones de los otros [...] ya en
nuestros propios intentos de expresar esos pensamientos y sentimientos en versos, tal vez
no tan rítmicos pero más auténticos [...] todavía conservo aquellas reliquias de pasión y
experiencia pasada (Brontë, 2020, p. 227).
En Agnes también encontramos a lo largo de la novela, el instinto maternal. La
necesidad de proteger a sus pupilos surge, en su caso, no sólo del apego que siente hacia
sus padres, sino también de la autocompasión ya que ella misma, a su llegada a la mansión
de Horton Lodge, situada a setenta millas de su hogar, añora enormemente a su familia:
Me sentía como si me hubieran alejado de todo encanto y de repente, hubiese caído de
las nubes en una tierra lejana e ignota, completamente aislada de todo lo que había visto
o conocido antes(Brontë, 2020, p. 93). En su primer empleo, en Wellwood House,
Agnes no puede evitar, por momentos, identificarse con sus pequeños pupilos que, como
la propia institutriz, están desplazados del mundo de los adultos que los rodean: “todos
los que venían de visita me resultaban más o menos molestos, no porque me ignoraran
[...] sino porque me era imposible mantener a mis alumnos alejados de ellos, algo que se
me indicaba repetidamente que hiciera(Brontë, 2020, p. 75). La necesidad de mitigar la
propia soledad es, en su caso, un factor fundamental para tratar de proteger y entender a
los niños, aunque dada la actitud abiertamente hostil de éstos, este sentimiento inicial de
empatía no sirva a Agnes de demasiada ayuda.
Al comienzo de su vida como institutriz, Miss Grey, ingenuamente, alberga la
esperanza de que el vínculo que entable con sus discípulos trascienda y se convierta en
un lazo parecido al de una madre con sus hijos y para lograr este propósito, confía
únicamente en el valioso referente que le proporciona su propia educación:
¡Qué encantador sería que me confiaran el cuidado y la educación de unos niños! [...] Lo
único que tenía que hacer era volver los ojos de mis pequeños alumnos hacia mí misma a
su edad y sabría, en el momento, cómo ganarme su confianza y afecto, cómo estimular el
arrepentimiento entre los desobedientes, cómo envalentonar a los tímidos y cómo consolar
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 67
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
a los afligidos; cómo hacer la virtud practicable, la instrucción deseable y la religión
hermosa y comprensible (Brontë, 2020, p. 20).
Desgraciadamente para la protagonista, los pupilos de la casa Wellwood son
indomables y a pesar del ejercicio de cualidades propias de la mejor madre: "firmeza
inquebrantable, diligencia devota, perseverancia incansable y cuidado incesante" (Brontë,
2020, p. 77), la señora Bloomfield decide despedir a Agnes haciéndola responsable de la
baja formación académica, los modales zafios y el temperamento rebelde de sus hijos.
Algo más reconfortada se sentirá tras su paso por Horton Lodge ya que, en el tramo
final de la novela, Rosalie Murray, convertida ahora, tras un ventajoso matrimonio, en
lady Ashby, la reclama para hacerle partícipe de su infelicidad matrimonial, una cuestión
que no puede confesar a su propia madre, la señora Murray ya que ésta ha sido el principal
artífice de su enlace. Rosalie sabe perfectamente que la señorita Grey se ha comportado
con ella durante sus años de institutriz, como una verdadera figura materna, ya que, en
sus propias palabras: "(Miss Grey) hablaba con ellos y era muy agradable y divertida, a
veces, a su manera, que era bastante diferente a la de mamá, pero que estaba muy bien
para variar" (Brontë, 2020, p. 110). Precisamente esta confianza en su amabilidad y cariño
hace que, sólo doce meses después de su boda, le escriba una carta para que la visite en
Ashby Park "por piedad hacia su amiga" (Brontë, 2020, p. 266). Agnes puede sentirse
satisfecha en cuanto a su ascendente sobre Rosalie aunque la visita a la mansión de los
Ashby resulte infructuosa, ya que su antigua pupila no parece muy dispuesta a seguir sus
consejos para alcanzar una mayor felicidad en su vida conyugal.
La existencia de Agnes en sus años de institutriz se caracteriza por el tedio y la
alienación (Rubio, 2018, p. 21). Los días son rutinarios y sus tareas mecánicas, sólo
amenizadas por las trastadas o caprichos de sus pupilos. Despertarse al alba, ayudar a sus
alumnos en su aseo, aparecer siempre impecable en su vestimenta y modales, enseñar (o
tratar de hacerlo) una serie de materias concretas cada día, comer con los pupilos y
educarlos en los modales de la mesa y en definitiva, hacer todo lo posible (y lo imposible)
para que sus empleadores se sientan complacidos por su atención y desvelo hacia los
niños:
Cuando queremos juzgar los méritos de una institutriz -dice la señora Murray- miramos a
las jóvenes que atestigua haber educado y la juzgamos en consecuencia. La institutriz
juiciosa sabe esto, sabe que mientras ella vive en la oscuridad, las virtudes y defectos de
sus alumnas están expuestos a todos los ojos y, a no ser que se olvide de sí misma en su
tarea, no tiene esperanza de éxito (Brontë, 2020, p. 236).
En estas escuetas palabras, la señora Murray expresa de manera tajante el
extrañamiento que debe autoinfligirse la buena gobernanta. La alienación, término
definido por Hegel como el distanciamiento del sujeto en relación consigo mismo era
algo en lo insistían los manuales que se escribían para especificar qué se esperaba de una
buena institutriz y que los Murray exigen a rajatabla. De igual manera, dada la
importancia de la religión en esa época, cabe resaltar la definición de alienación que da
Ludwig Feuerbach, quien, por su parte, utilizaba el concepto de alienación para explicar
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 68
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
el fenómeno religioso en el cual el ser humano renuncia a su propia naturaleza en favor
de la de un ser entregado a Dios (Rubio, 2018, p. 13). También este aspecto es exigible a
Agnes que según la señora Murray, debe ser un ejemplo de virtudes cristianas en el trato
con sus discípulos:
espero que usted mantenga la calma y sea siempre paciente y tolerante [...] hasta ahora todas
las institutrices, incluso las mejores, han mostrado ser deficientes en este respecto. Carecían
de ese carácter manso y tranquilo del que san Mateo, o quien fuera, decía que era mejor que
cubrirse de adornos (imagino que usted conoce de sobra el pasaje al que me refiero al ser
hija de un clérigo (Brontë, 2020, p. 98).
En definitiva, en este contexto, la resignación es la única salida para una buena
gobernanta tal y como la propia Agnes confiesa: "Me tragaba mi orgullo y reprimía mi
indignación" (Brontë, 2020, p. 106).
Esta vida, insoportablemente monótona y restrictiva, sólo parece animarse un poco
con la asistencia a la iglesia los domingos y con las visitas caritativas de Agnes a los
colonos de Horton Lodge a quienes ayuda en lo que puede9. Casualmente, en ambos
lugares va a coincidir con el señor Weston, un clérigo por el que pronto sentirá una
inclinación amorosa que se verá correspondida.
Los paseos al aire libre y la contemplación de la naturaleza son otras de las vías de
esparcimiento de Agnes. Estas dos aficiones también propician su relación con Weston e
incluso, le van a proporcionar otro tipo de entretenimiento ya que sus caminatas aleatorias
por los senderos de Moss Lane le permiten ser testigo de los escarceos amorosos de la
señorita Rosalie y el párroco Hatfield. La señorita Grey obligada a ser carabina de
Rosalie, descubrirá para su sorpresa y escándalo, que el interés de la joven en el párroco
es puramente superficial y sólo que aspira a seducirlo para satisfacer su propia vanidad.
Agnes se horroriza ante esta actitud de su pupila, pero más adelante, cuando Rosalie
quiera repetir la maniobra con Weston, descubrirá en ella misma nuevas emociones como
el deseo, el amor y los celos.
Las pulsiones sexuales afloran en Agnes casi sin querer, ante la presencia de una
posible rival y en la línea de la propensión erótica que Virginia Woolf (2012, p. 130)
señalaba en Una habitación propia: “Albergamos un instinto profundo, aunque
irracional, en favor de la teoría de que la unión del hombre y de la mujer posibilita la
máxima satisfacción, la felicidad más plena". En esta idea de plenitud a través del amor
romántico, insiste la señorita Grey cuando confiesa su necesidad de establecer "una
comunión con esa alma en la que me sentía tan profundamente interesada y asimilar sus
pensamientos más puros y mis más sagradas aspiraciones sin que tal felicidad tuviera
pega alguna" (Brontë, 2020, p. 209).
9 En general, en esta época, la filantropía se relaciona con la pureza, con una cierta represión de cualquier
impulso erótico. No obstante, esta actividad filantrópica también desafía el estatus de ángel del hogar,
conectando la esfera doméstica con la pública, lo cual podía conducir a un cierto descuido de lo doméstico
y ser síntoma de un cierto grado de ambición. Además, la filantropía, aunque se presentaba como una
extensión del papel femenino en lo doméstico, a menudo era mal vista por aquellos que veían peligro en la
incursión en la esfera pública de una mujer, ya que esto podría embastecerla y así perder su elegancia y
finura (Fernández, 2015, pp. 363-364)
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 69
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
La sexualidad de Agnes no ha sido obviada en la novela. La atracción física forma
parte del retrato psicológico de la protagonista y está presente en sus confesiones (García,
1988, p. 35). Hay al menos dos alusiones suficientemente claras con respecto al deseo en
la protagonista. En la primera de ellas, el deseo se despierta en Agnes al evocar la pasión
que percibe en el señor Weston y conlleva para ella, sentimientos vergonzantes que la
propia protagonista expresa:
He omitido contar sus palabras con detalle, partiendo de la idea de que no interesarían tanto
al lector como a mí, no porque las haya olvidado. No. Las recuerdo bien porque pensé en
ellas una y otra vez en el transcurso de ese día y de muchos sucesivos, no sabria decir con
qué frecuencia y recuerdo cada entonación de su voz profunda, cada destello de sus vivos
ojos castaños y cada brillo de su amable sonrisa aunque demasiado fugaz. Tal confesión
parecerá muy absurda, me temo, pero no importa: ya la he escrito y los que la lean no sabrán
quién es el escritor (Brontë, 2020, p. 188).
En la segunda ocasión, Agnes se descubre a sí misma implorante, suplicando a Dios
que no permita a la señorita Rosalie llevar adelante sus propósitos y enamorar a Weston:
Por esta oración hubiera podido ser repudiada tanto por hombre como por mujeres pero
Padre, tú no me despreciarás dije y sentía que era verdad. Tenía la sensación de estar
implorando tanto por el bien de otro como por el mío... No, que incluso ese era el objetivo
principal del deseo de mi corazón (Brontë, 2020, p. 174).
En este párrafo revelador, la protagonista apela a la moralidad de sus sentimientos
frente a la vacuidad de su rival para justificar a sus propios ojos y a los del lector, su
pasión amorosa. Indudablemente en Agnes impera, incluso en estas circunstancias, una
conciencia moral, sustentada por valores religiosos y reafirmada por las normas sociales.
No podría ser de otra forma si tenemos en cuenta su educación y su condición de hija de
un clérigo.
5. APUNTE FINAL: AGNES MAESTRA, LA ESCUELA VICTORIANA
Al finalizar la novela, Agnes, tras la muerte de su padre y la renuncia de su madre
a los derechos a la herencia de su abuelo, decide fundar una escuela para jovencitas bajo
la dirección materna:
nuestra escuela no estaba situada en el corazón de la ciudad. Al entrar en A - desde el
noroeste hay una hilera de casas de aspecto respetable [...] En una de las viviendas más
grandes habitábamos mi madre y yo, con las jóvenes que nuestros amigos y el público
habían decidido encomendar a nuestro cargo (Brontë, 2020, p. 287).
La escuela de las Grey, situada en una ciudad / “balneario de moda”, se financia con
la venta de la casa familiar y del mobiliario que les queda tras la muerte del patriarca.
Inicialmente, atraen a “dos o tres alumnas, para empezar” (Brontë, 2020, p. 251). Poco a
poco, gracias al prestigio que van adquiriendo, este escaso número inicial se va
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 70
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
incrementando. En una visita de Weston Agnes comenta: Me preguntó si nuestros
asuntos prosperaban y le contesté que nos iban muy bien. Habíamos aumentado el número
de alumnas después de la Navidad y esperábamos aún más al final de éstas(Bronté,
2020, p. 291).
Las asignaturas que se impartían en primera instancia eran muy básicas. Hablamos
de lo que se conocía como las Three Rs: Reading, wRiting and aRithmetic (lectura,
escritura y aritmética). Además, las maestras dedicaban una especial atención a la
caligrafía y al uso de la pluma y la tinta ya que tener una letra firme, inteligible y con
bellas curvas, se consideraba una cualidad muy apreciada en las estudiantes:
entré en el aula para atender a las alumnas pero entre los cuidados de la caligrafía y las
sumas, en los intervalos entre corregir errores por aquí y reprender un descuido por allá,
interiormente me regañaba a mí misma (Brontë, 2020, p. 261).
La metodología habitual era que las alumnas memorizasen poemas, rimas,
canciones y oraciones y las recitasen en voz alta en clase, para aprender a pronunciar
correctamente. La educación femenina también se centraba en gran medida en los talentos
que se esperan de una joven instruida, como el aprendizaje de las labores, el conocimiento
del francés, cierta destreza en el dibujo y las habilidades musicales (Galán, 2020, p. 67).
La propia Agnes hace referencia a esta educación más esmerada cuando expresa su
decepción ante la llegada de un hombre que ella desea que sea el señor Weston, pero que
resulta “ser un maestro de música que venía a ofrecer sus servicios para nuestra escuela”
(Brontë, 2020, p. 260).
Las disciplinas escolares tambn incluían actividades deportivas. Hasta mediados
del siglo XIX se consideraba que la niñas y mujeres no debían practicar deportes para
preservar su anatomía de cara a la reproducción. En este sentido, pasada la mitad del siglo,
se produce un cambio de tendencia y los médicos empiezan a aconsejar a las chicas que
fortalezcan sus cuerpos, haciendo algo de deporte. La madre de Agnes corrobora esta
nueva corriente higienista cuando, viendo a su hija demacrada y con mal aspecto, le dice:
“Tienes que aprender a tomar las cosas con más calma y ser más activa y alegre. Haz
ejercicio, siempre que puedas y déjame a mí las tareas más pesadas” (Brontë, 2020, p.
263). La propia Agnes también incide en el desarrollo de actividades deportivas cuando
señala que acostumbra a dar largas caminatas por la playa “ya fuera con mis alumnas, ya
fuera con mi madre durante las vacaciones” (Bronté, 2020, p. 287).
Escuelas femeninas, como la de las Grey, sentaron las bases de la educación pública
para las mujeres victorianas, aunque el acceso a la educación superior fuera prácticamente
imposible. Lo único que les era permitido, a partir del año 1848, era asistir a la
Universidad de Queen, para formarse como maestras. Sin embargo, los avances en
materia educativa fueron progresando con el paso de los años y gracias a las escuelas para
chicas, muchas mujeres pudieron acceder a nuevos empleos como secretarias,
vendedoras, cajeras, mecanógrafas, enfermeras, parteras u obstetras.
La maestra, en estas escuelas, es una mujer con una imagen más relajada que la de
la de las severas institutrices particulares (Galán, 2020, p. 67). Agnes subraya la enorme
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 71
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
mejoría que su vida laboral experimenta gracias a su nuevo estatus como profesora
independiente: había, de hecho, una considerable diferencia entre trabajar con mi madre
en una escuela propia y trabajar entre extraños, depreciada, pisoteada por mayores y
jóvenes” (Brontë, 2020, p. 259). Esta felicidad, será sustituida por la dicha conyugal en
el momento en que se case con el señor Weston y deba abandonar sus tareas como docente
y dedicarse al cuidado de su familia y a la educación de sus hijos.
6. CONCLUSIÓN
Agnes Grey es un trasunto biográfico de Anne Brontë. Al haber sido la autora
institutriz, conocía bien los sinsabores de la profesión y había vivido en sus propias carnes
la sensación de exclusión y marginalidad que las educadoras particulares sufrían,
cuestiones que se tratan en la novela. Además, Anne Brontë deja claras sus ideas sobre
las cualidades que debe reunir una institutriz (paciencia y resignación) sin obviar los
métodos disciplinarios que son imprescindibles para alcanzar el objetivo de formar la
mente y el espíritu de los jóvenes a su cargo. De igual modo, subraya la falta de apoyo
que, en su labor, obtiene de los progenitores de sus alumnos que se desentienden
totalmente de sus obligaciones educativas al haber delegado totalmente éstas en la
persona a la que contratan.
No sólo es interesante el análisis pedagógico que ofrece la novela sobre la
educación en época victoriana, también la autora se ocupa de trazar un perfil psicológico
muy atinado sobre la personalidad de su protagonista. Como ha señalado Lorna Clark
(2003, p. 40), al escribir desde el punto de vista femenino, las mujeres novelistas
individualizaron a sus personajes spinters más allá de estereotipos preconcebidos y
supieron describir certeramente el mundo al que su soltería y su género las confinaban.
Como podemos ver en el caso de Agnes Grey, los lazos emocionales más fuertes de las
institutrices se formaban con empleadores, alumnas, parientes y excepcionalmente, con
aquellas personas necesitadas a las que prestaban cuidados (Nancy Brown) o con algún
clérigo, como el señor Weston, poco sospechoso, en principio, de algún interés espurio.
Agnes es una joven inquieta, con ansias de conocimiento, instinto maternal y ganas
de enamorarse que. no obstante, debe hacer frente a una negación de sí misma que, en no
pocas ocasiones, le resulta asfixiante. Sin embargo, a pesar de su docilidad aparente, la
protagonista se revela como una docente con una vocación férrea y las ideas muy claras
que, además, reclama para sí misma el trato y la dignidad que merece y que, en sus propias
palabras, corresponden a "una mujer respetable y bien educada, instructora y guía"
(Brontë, 2020, p. 86).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barker-Benfield, G. J. (1992). The Culture of Sensibility: Sex and Society in Eighteenth-
Century Britain. University of Chicago Press.
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 72
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Brontë, A. (2020). Agnes Grey. Austral.
Broughton, T. L. (1997). The governess: an anthology. Sutton Publishing.
Catelli, N. (2008). Prólogo. En C. Brönte, El profesor (pp. 5-8). RBA.
Clark, L. J. (2003). From the Margins to the Centre: The Spinster as Author, Narrator and
Actor. The Burney Journal, 6, 36-54.
Correa Ramón, A. (2006). El siglo de las lectoras. En M. P. Celma Valero y C. Morán
Rodríguez (Eds.), Con voz propia. La mujer en la literatura española de los siglos
XIX y XX, (pp. 29-39). Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.
Duby, G. & Perrot, M. (1993). Historia de las mujeres en Occidente, El siglo XIX. Taurus.
Fernández Mosquera, A. I. (2015). La family novel inglesa del siglo XIX: el modelo
femenino de Charlotte Yonge. [Tesis doctoral, Universidad de Vigo].
https://www.investigo.biblioteca.uvigo.es/xmlui/bitstream/handle/11093/440/La%
20family%20novel%20inglesa%20del%20siglo%20XIX.pdf?sequence=1&isAllo
wed=y
Galán Rodríguez, N. (2020). Miss Jane and miss Eyre: de alumna a profesora en Jane
Eyre. DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas, 7, 61-72.
https://doi.org/10.17979/digilec.2020.7.0.7102
García Doncel, M. R. (1988). El modelo femenino en Jane Eyre. Servicio de
publicaciones de la Univerdidad de Cádiz.
https://tiendaeditorial.uca.es/descargas-pdf/8477869545-completo.pdf
Gaskell, E. (2016). Vida de Charlotte Brontë. Alba Minus.
Hill, B. (2001). Women Alone: Spinsters in England, 1660-1850. Yale University Press.
Hughes, K. (2001). The Victorian governess. Hambledon and London.
Martínez Martín, J. A. (2001). La circulación de libros y la socialización de la lectura.
Nuevos públicos y nuevas prácticas. En J. A. Martínez Martín (Coord.), Historia
de la edición en España (1836-1936), (pp. 455-472). Marcial Pons.
Pardo Bazán, E. (1976). La mujer española y otros artículos feministas. Editora Nacional.
Pérez Porras, A. (2018). La educación y el progreso social en la Inglaterra victoriana: El
caso de Emily Brontë en Wuthering Heights. Em J. D. Sánchez, M. E. Jaime de
Pablos y M. Borham Puyal (Coords.), La Universidad con perspectiva de género
(pp. 253-265). Ediciones Universidad de Salamanca.
https://gredos.usal.es/handle/10366/138843
Regás, R. (2008). Prólogo. En G. Elliot, Middlemarch (pp. 7-12). RBA.
Rubio Céspedes, D. (2018). Lienzo en blanco: construcción y desviación en la identidad
de la institutriz victoriana. [Tesis de Grado, Universidad de los Andes, Bogotá].
https://repositorio.uniandes.edu.co/bitstream/handle/1992/39373/u821347.pdf?seq
uence=1&isAllowed=y
Simón Hernández, F. (2017). El estereotipo de la solterona: literatura y construcción
social en la Inglaterra de Jane Austen (1775-1817). Revista de historiografía, 26,
125-148. https://doi.org/10.20318/revhisto.2017.3702
Walker Gore, C. (2014). Setting Novels at Defiance: Novel Reading and Novelistic Form
in Charlotte M. Yonge’s The Heir of Redclyffe. Nineteenth-Century Gender Studies,
10(1).
DIGILEC Revista Internacional de Lenguas y Culturas 73
Digilec 10 (2023), pp. 55-73
Wilks, J. (2019). The Tory Baronet, Or Tories, Whigs, and Radicals. Creative Media
Partners, LLC.
Woolf, V. (2012). Una habitación propia, Alianza.